Colada en la eternidad
Subí en el caballito preferido,
el blanco del tiovivo,
así en la eternidad yo me colé,
calesa misteriosa
que da vueltas sin fin y sin principio.
Todos los vagoncillos he probado:
la corola de flor,
el cerdito rosado,
el tren de pasajeros,
la carroza tirada por mulillas,
el león melenudo,
la jirafa solemne
y el coche de bomberos color rojo,
tocando la campana…
Nunca pude pensar en aquel tiempo
que mi querida nieta de tres años,
desde siempre metida en el tiovivo
–eterno carrusel-,
en lo eterno colada como yo,
cogida de mi mano, me haya dicho;
‘abuelo, escucha abuelo,
quiero subirme a todos los tinglados,
pero me quedaré
en el caballo blanco como tú.
Félix
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