Romancillo del cangrejo

Ya pasó otro día,

se llena el talego,

antes de acostarme

me miro al espejo,

no quedo contento

con lo que estoy viendo.

Me voy a la cama

pidiendo en mis rezos

que la noche oscura

me para un cangrejo.

Cuando me levanto

¡menudo careto!

Esta arruga es nueva

o eso, al menos, creo,

y este pelo hirsuto

en el entrecejo

ayer no tenía

o no supe verlo.

¡Ojalá la noche

me para un cangrejo!

Al saco otro día,

delante, el espejo.

Que este pelo cano

se me vuelva negro,

que la piel retome

su frescor primero

y mi cuerpo joven

se clave en lo eterno.

Noche, mi aliada,

páreme un cangrejo

que hacia atrás camine

desandando el tiempo.

Félix

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Requiem

Pater nostre qui es in coelis.

La mula torda

la burra blanca,

ya gira el trillo

sobre la parva.

Santificetur nomem tuum.

Ora latines,

canta mi abuelo,

silla de anea,

azul el cielo.

Adveniat regnum tuum.

El trigo nace,

muere la espiga,

calor y tábanos,

lenta la trilla.

Fiat voluntas tua.

Negra la falda,

toquilla negra,

viene Matilde

con la merienda.

Sicut in coelo et in terra.

Canto piadoso,

trabajo y rezos,

el sudor corre

bajo el sombrero.

Panem nostrum quotidianum da nobis hodie.

Lista la trilla,

amontonar,

que mueva el aire

para aventar.

Et dimite nobis debita nostra.

Sube la horca,

baja la pala,

el grano cae,

vuela la paja.

Sicut et nos dimitimus debitoribus nostris.

Entre el cuartillo

y media fanega

llenos dos sacos

y tres talegas.

Et ne nos inducas in tentationem.

Arduo trabajo,

cosecha humilde,

Gregorio ríe,

ríe Matilde.

Sed libera nos a malo.

De estas escenas

guardo su imagen,

son mis abuelos

que en paz descansen.

Amen.

Félix

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La bondad del ojo huero

Se quedó sin pestañas

el ojo huero,

como pato desnudo

quedó el polluelo.

Al ojillo de al lado

le daban miedo

los pelos disparados

contra el trasero

y en su párpado triste

nació un orzuelo

envidiando la suerte

del ojo huero.

Nadaba el pato

y la pata le trajo

ropa y zapatos.

No le gustaba

lo que trajo la pata:

se marchó río arriba

buscando ranas

que estuvieran durmiendo

para ordeñarlas.

Sin despertarlas,

llenó un caldero

de leche calentita

para el orzuelo

del ojito de al lado,

su compañero.

Félix

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Clavel reventón

Asalmonado

al fin aquel clavel

ha reventado.

Es tan bonito,

huele tan bien

que el resto de las flores

le han mirado.

Y al nacer,

por envidia y por celos

quedose desmayado,

aspirando el perfume

del clavel

el gladiolo morado.

Félix

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La Frontera II

Me voy a la frontera o de ella vengo

nunca lo sé, ni cuándo la traspaso;

si estoy aquí o allí no sé seguro,

ahora mismo estoy desorientado.

Quiero creer que cuando estoy despierto

por lo real y en sus problemas ando;

quiero creerlo así, sin tener dudas

y me pellizco para demostrarlo.

Pero al momento digo: “no es seguro”

que no tengo razón para afirmarlo.

¿Quién me asegura a mí que esto que escribo

no lo escribo sino que estoy soñando?

Y cuando duermo y sueño por la noche

que sueño y duermo no lo tengo claro,

puede que sueñe cuando estoy despierto

y que esté al despertar, al sueño entrando.

¿Es la vida la vida o es la muerte?

¿Es vivir lo que está del otro lado

y resulta que estoy difunto ahora

y que pájaro y sexo son soñados?

Problemas de frontera los que tengo,

problemas que me tienen cabizbajo.

¿Es un sueño este amor que tengo ahora

y tú sueñas también que yo te amo?

Vengo de la frontera y voy a ella

mil veces y no puedo remediarlo,

cada vez me resulta más difícil:

el aquí y el allá la van borrando.

Félix

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