El gusanito de la conciencia

Enano pillín

que te meas en la cama,

tu dientecito

roe mi calma…

¡Sal de tu seta!

Lava la ropita,

ponla a secar

tus camisitas

sobre el espinar

y el calzoncillito

sobre este rosal.

Sal, gusano, sal

que ya el sol asoma

por el encinar.

Rayos por aquí,

rayitos por allí,

¿qué hace en la seta

mi enano pillín?

¡Ay, mariposa!

¡Ay, ruiseñor!

¡Ay gusanito que cría la seta!

¡Gusano gruñón!

Félix

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Vuelta a los dientes de leche

De los dientes salgo,

a los dientes voy

por hilo de cáñamo,

por las telarañas

a la suerte atado.

En mi brisa estoy

como un perro galgo

que tiene migraña,

que se va ladrando

para no volver

y está regresando,

ladra que te ladra,

sin encontrar amo.

Siete años. Mellado.

Me trajo un ratón

camión de regalo;

yo no vi al ratón

y voy desbocado

buscando al ratón,

con diente mellado.

Busqué en la almohada

y dije a mi padre

que el diente no estaba.

Me dijo mi padre, risueño:

“pequeño,

pregunta a tu madre

por este suceso

que ella bien se sabe

todos los misterios”.

Mordí los “gozosos”

tan despreocupado

que a trozos los dientes

a cada bocado

se desportillaban

y fui muy consciente

de que los “gozosos”

se me terminaban.

Cayeron los pinos,

el bosque talado,

en cada camino,

por todos los lados

yo busco al ratón

que así me ha engañado.

Y veo venir

a los dolorosos”

que me hacen sufrir.

Ando descolgado

por las telarañas:

implantes y puentes,

pobres artimañas

para lucir dientes

que no son de leche,

son de cosa extraña.

¿Dónde estás, pregunto,

mi niño mellado?

Detrás del ratón,

que por no encontrarlo

tomo en conclusión

que era amigo malo.

Y en barba canosa

y bastón en mano

con boca de higo,

yo te digo hermano

que esto no se para,

regresé al mellado.

Es cosa sabida:

tengo reservado

pañal y papilla.

Félix

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Bajo estrellas azules

Llueven tus versos,

en tórrido desierto

agua de amores.

Florece el cactus,

regado por la lluvia

de los poemas.

Tú y yo beduinos,

montamos nuestra haima,

la noche llega.

Desnudos ambos,

bajo estrellas azules,

nos abrazamos.

Félix

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Un niño no para de gritarme

El niño que me cuelga, cuando niño

soñaba con estrellas y globos de colores,

que sólo eran de plomo los soldados

y que los hombres iban cogidos de la mano.

Bendita adolescencia: yo quería

que el mundo fuera azul,

que el amor que en mi pecho germinaba

hiciera que la paz pacificara al hombre.

Cuando joven: -guerrero generoso,

ardiente paladín-, soñaba con barrer

las injusticias, las hambres y las guerras;

todas las dictaduras, las violencias todas.

Ahora que de adulto no paran los cañones

y los pobres por miles se me mueren,

me pregunto angustiado:¿cómo podre callar

al niño que me cuelga y que me grita?

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Del ayer, como el vino, los amores

Del ayer, como el vino, los amores

mejoran con el tiempo en nuestra mente,

reviviendo su gracia en el presente

y olvidando a su vez los sinsabores.

Descorcho las botellas del recuerdo

y endulzo la memoria en el pasado;

cada sorbo es mejor, más apreciado

y apurando este vino estoy más cuerdo.

Más cuerdo, más despierto, arrepentido,

recordando, mujer, tanta dulzura,

que no supe guardar y ahora lamento.

Fuera en solera el vino convertido,

y es tanto mi dolor con tanta hondura

que nada vale ya decir ‘lo siento’.

Félix

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