Si te dignaras

Si una vez te dignaras

mirar mis ojos,

me asomara a los tuyos

buscando asombros

y tal vez me muriera

de tanto gozo.

Si una vez te dignaras

besar mis labios,

me quedara en los tuyos

tan desmayado

que tal vez me muriera

transfigurado.

Si una vez te dignaras

decir te quiero,

ardería en mi cuerpo

tal desespero

que en el tuyo abrazado

seguro muero.

Félix

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Carpe diem

Como bien dices, damita,

los ricos y los mendigos,

tanto extraños como amigos,

van acudiendo a la cita

que aquella dama maldita,

amarilla y enlutada

con la guadaña afilada,

convocó sin excepción.

Apréndete la lección:

saca a la vida “tajada”.

Félix

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Para tener luna llena

Mantén tu mano señalando al hijo

y no apartes tu voz de mis oídos.

Tu canto me embriagará

de estrellas de verano

y de lunas llenas y redondas.

Lunas para dormir

con la ventana abierta tú,

y fuera de la tienda yo.

La suave oquedad de tu mano

me hará llorar.

Quizá me atreva a hacer un anillo

con un pendiente y colgar el otro

en nuestra habitación

para tener luna llena

cuando llegue la noche.

Félix  

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Hacia ti yo me iría

Hacia ti yo me iría
por la almendra del tiempo…

Por las ramas del agua
en la miel de los dedos;

por el oro dormido
en la espiga del pelo;

por la luz derramada
en el cisne del cuello;

por la sombra del pájaro
en el párpado inquieto;

por los labios absortos
en las crines del viento;

por la sabia del árbol
en la yema del beso;

por la lluvia de estrellas
en los ayes del cuerpo;

por la aurora cernida
en la flor de tus senos…

Hacia ti yo me iría
por la almendra del tiempo.

Félix

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Lo he visto sonreír

Lo he visto sonreír

con flores al almendro.

Cocones iba haciendo en las esquinas

del viento, y en la raya

de la escarcha y el sol.

Tras el molino viejo, junto al cauce

del arroyo, ayer mismo

lo he visto sonreír.

¡Vaya si le reñí!

Como a un niño pequeño le reñí:

-¿Ya volviste a olvidar los hielos de febrero,

inconsciente?, cada año

te quedas congelado.

¡No te sirvió de nada la experiencia!

¿Te parece bonito?

Por única respuesta “ji,ji,ji”,

con sus tres flores blancas

mirando de reojo, timidillo.

Desandando el camino

y mirando hacia adentro

he sorprendido a mi alma florecida.

Tampoco ella aprendió de las heladas

que le han ido cayendo

por no mirar prudente

si es tiempo de reír.

Mas le siguen riendo primaveras

a esta inconsciente amiga,

y me niego por tanto,

como el tímido almendro,

a tener por maestra a la experiencia.

Félix

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