Romance del hijo albino
(gótico)
Una madrugada
helada
de caballos y
de estrellas,
Inés llegaba a
su piso
y se metió en
la bañera.
Sin saber bien
lo que hacía
allí se cortó
las venas
y bajo el
chorro caliente
abandonó sus
muñecas
para que le
acariciara
sus heriditas
abiertas.
Cuando Aureliano
la vio,
entonó
canciones tiernas,
mientras le iba
clavando
alfileres y
banderas
para bajar en
slalom
por toda su
cordillera.
Con cuchillas
de afeitar
rebanó la nieve
muerta
y modeló un
niño albino,
hijo de la
noche negra,
que en el
vientre de Inés puso
junto al pecho
de la izquierda
para que fuera
chupando
del frío pezón
de arena,
mientras
quitaba el tapón
del desagüe en
la bañera.
Félix
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