Mi
oruga negra
Quizá
lleve en los ojos, ¿quién lo sabe?
el huevo
de la larva, negra larva,
envuelta
en su envoltorio.
Y
escudriñen mis ojos invidentes
en el
magma los suyos no cuajados
por si
enhebro el misterio de la muerte.
Quizá sea
en la oreja, ¿quién lo sabe?
donde el
huevito negro se me aloje
portador
de la larva,
para que
cuando nazca negra oruga
pueda
certificar que no oigo nada
ni
siquiera el plañir más plañidero.
Puede que
en la nariz el huevo venga
y se
incube al calor del vientecillo
de mi
respiración.
La oruga
olerá la podredumbre
y desde el
balcón de mis bigotes
dirá que
ya no huelo ni respiro.
Quizá sea
en la boca, ¿quién lo sabe?
de una
muela en su caries donde anide
la larva
de la oruga.
Se arrastrará
golosa hasta mis labios
para
morderlos amorosamente
mientras
yo destemplado quedo mudo.
O puede
que en las manos, ¿tú lo sabes?
en sus
pliegues y rayas de la vida
porte el
huevo fatal.
Y recorra
la oruga lentamente
mis
encerados dedos uno a uno
huesudos e
insensibles, fríos, yertos.
Por uno de
los cinco tú vendrás
o puede
que a la vez vengas por todos
mis
sentidos externos.
No te
temo, oruguita, esperaré,
atildado y
apuesto como un novio,
a que
llegues de novia ataviada.
Félix
Imagen:https://www.google.com
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