Noche de “picos pardos”
¿Quieres que esta noche vayamos a la caza de Isabela? –me dijo Fortunato.
Imaginé una ventura inédita y bien remunerada de emociones. Imaginé una Isabela
hermosa, desinhibida y juguetona. Conociendo a mi amigo, no me escandalizó el
término “cazar”, y acepté de inmediato. Quedamos a las diez. La noche era de
agosto, calurosa y estrellada, muy prometedora.
Vi a Fortunato llegar y no comprendí nada. Venía con las manos ocupadas.
Traía una linterna, una red aérea y una cesta con no sé cuántos botecitos de
cristal con su tapa de rosca. “¿Ves? –dijo-, como sabes, las Isabelas vienen a
la luz. Ojalá tengamos suerte”.
No supe qué decir. Después de unos momentos de estupor, comprendí que se
trataba de mariposas; disimulé cuanto pude y exclamé: “¡Qué bien, será tan
emocionante!…
Félix
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