Pantomima
Lucila es una niña vivaracha de cinco años. Tiene el pelo negro y
ondulado y, por ojos, dos estrellas de color amielado. Cuando sale a la calle
con María, no quiere que ésta la lleve de la mano; le gusta corretear por
delante, disfrutando de una osada autonomía. Ayer Lucila, abusando de su
jubilosa independencia, tropezó y cayó de rodillas:
-¡Ay, ay, mi brazooo! –dice Lucila tocándose el brazo y luego la
pierna.
--¿Ves? ¿Te has hecho daño? – grita María, corriendo hacia ella y en
tono de reproche.
-Sí, -dice Lucila fabricando un sollozo entrecortado- pero me he
caído, porque estaba pensando en lo despistada que tú eres, abuelita.
Félix
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