Y volvió la marea cual tsunami
…y volvió la marea cual tsunami
dejándome la playa
cubierta de cristales y de conchas;
mi sirena dormía sobre el lecho
de arena dulcemente…
y me fue arrebatada en torbellino;
el cormorán gritaba sus responsos
y la voraz gaviota la seguía…
En la orilla quedé muy desolado,
tratando de no herirme.
superando el escombro de la muerte.
Félix
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Enemistados VI
Por ver si se quedaba mareado, le invité
a un mojito en el bar de la esquina, allí donde me siento para verle pasar.
Parsimonioso, el Tiempo tomó el vaso y se bebió el mojito con placer no
fingido.
-¿Puedo tomarme otro? –me dijo con
ojillos retozones- ¿Querías verme ebrio? Pue ya ves que esta sutil melopea no
me impedirá seguir pasando. Puedes invitarme cuando quieras.
El tiempo siguió pasando, volvió a lo suyo; y yo, resignado, volví a mi silla de anea.
Félix
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Toda tú tan hermosa
Crisantemos morados el alma mía ocupan,
altísimos cipreses y flores amarillas;
crespón negro prendido con alfiler punzante
y un doloroso réquiem de notas lastimeras.
Mas, un te amo gozoso va con cada suspiro,
va un te quiero sentido cuando la voz se quiebra,
y en amor se convierten los pellizcos hirientes
y te siento a mi lado toda tú tan hermosa.
Félix
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Mayoría de edad
Lo miraba una y otra vez, estaba orgulloso de él, era mi hijo.
Fuimos felices mientras permanecimos juntos. Nunca imaginé que un día
se marcharía de casa.
La culpa fue mía por sacarlo a la luz. Le gustó y se marchó. Su
ejemplo siguieron sus hermanos.
Todos son mis hijos, mas no me pertenecen. Los poemas hora, son de los
lectores.
Félix
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Y no había bebido
Me he levantado de madrugada, al oír
los desaforados gritos de mi huésped.
-¡Tente, ladrón, malandrín, follón!
–decía el pobre hidalgo, espada en mano.
Creyendo luchar contra el gigante, me
había acuchillado siete cueros de vino
Mi mujer quería matarle y mi criada
Maritormes se reía. Pero no puedo sino perdonar a este pobre manchego que está
como una cabra, jajaja,
Félix
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Al fin el raciocinio
Al fin el raciocinio
nos engendra a los dioses.
El hombre, que camina
con la venda en los ojos,
para ayudarse, toma
de lazarillo el mito
o se instala en la pura
materia intranscendente.
Por la razón guiado,
bajo tierra sepulto los misterios
y con sorpresa asisto
a la bifurcación del raciocinio.
Félix
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Noche de “picos pardos”
¿Quieres que esta noche vayamos a la caza de Isabela? –me dijo Fortunato.
Imaginé una ventura inédita y bien remunerada de emociones. Imaginé una Isabela
hermosa, desinhibida y juguetona. Conociendo a mi amigo, no me escandalizó el
término “cazar”, y acepté de inmediato. Quedamos a las diez. La noche era de
agosto, calurosa y estrellada, muy prometedora.
Vi a Fortunato llegar y no comprendí nada. Venía con las manos ocupadas.
Traía una linterna, una red aérea y una cesta con no sé cuántos botecitos de
cristal con su tapa de rosca. “¿Ves? –dijo-, como sabes, las Isabelas vienen a
la luz. Ojalá tengamos suerte”.
No supe qué decir. Después de unos momentos de estupor, comprendí que se
trataba de mariposas; disimulé cuanto pude y exclamé: “¡Qué bien, será tan
emocionante!…
Félix
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