Enemistados V
Desde mi
esquina, sentadito en mi silla de anea, les vi venir:
Detrás de
aquella joven pletórica y lozana, venía, acechante y carcamal, el viejo Tiempo,
con los ojos saltones y la cara verdosa de libidinosa clorofila.
-Ríjoso
vejestorio –le espeté indignado- ¡Nunca te perdonaré que ajes a las muchachas!
-Jajajá,
¡envidia que me tienes! –me soltó el zafio zamacuco.
Félix
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