dijous, 19 de setembre del 2024

Por el camino de las amapolas

Dolida y angustiada, María no puede más, y, en medio de la sala, se desarticula. Todos los tonillos han rodado por el suelo. Las piernas han quedado colgando del sofá; los brazos, en cruz, junto a la lámpara: hasta un rincón ha llegado la cabeza de María, empujada por esa máquina redonda, infernal y automática que aspira el polvo.

Cuando Evaristo llega y ve a María, la barre y la mete en una bolsa de basura. Después sale a la calle, y, en el campo florido, hace una llamada de teléfono. Espera fumando un cigarrillo. Al rato, viene Elvira por el sendero de amapolas, vestida de novia, andando con dificultad y con una sonrisa leve e impostada: ella sabe que ya se le están aflojando lo tornillos.

Félix

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