Mi cajón de sastre
En mi cajón de sastre, compañero,
-no olvides tú que quiero ser poeta-
de todo encontrarás
y muy desordenado.
Vengo llenando yo este cajoncillo
de cosas tan dispares,
que al abrirlo me ocurre muchas veces
que quedo sorprendido
al toparme con algo ya olvidado
que no me imaginaba.
Entonces me pregunto
como quizá tú ahora:
“¿Qué hace esta cosa así?”
Félix
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Era digno de ver
En la puerta de casa tengo un banco
donde suelo sentarme. Desde allí,
justo en frente del balcón de María,
que vive en un segundo,
ayer a media tarde contemplé
cómo una araña adulta
colgada de su hilito iba bajando
llevando a sus espaldas otra araña
hija de la primera y yo supuse,
ya que era muy pequeña
que no habría aprendido a hacer el hilo.
¿Es una tontería lo que cuento?
Según como lo mires compañero.
Yo creo sin embargo
que era digno de ver y te lo cuento.
Cuando hubieron pasado las arañas
el balcón de María, salió ésta
con un recipiente anaranjado
y sin dignarse lanzarme una mirada
sacó su alma mojada y desteñida
y la puso a secar
colgándola con pinzas de colores.
Félix
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La escalerita del tiempo
No sé si sube o si baja
mi escalerita del tiempo.
Si me sube hasta los dioses
flanqueándome el ascenso
rubios querubes alados
o me baja a los infiernos
amortajado en retales
con las risillas del viento.
No sé si bajo o si subo
por la escalera del tiempo.
Si en la ascensión me saludan
las avecillas del cielo
y paseo las estrellas
todas las del firmamento
o si ando pasadizos
y fosas del cementerio
saltando los ataúdes
donde saludan los muertos
y me muestran su alegría
chocando los esqueletos.
No sé si bajo o si subo
por los peldaños del tiempo.
Me voy subiendo los días,
me voy bajando momentos
y mientras yo subo y bajo
y acarreo tanto peso,
se me encorvan las espaldas
y me duele el pensamiento,
mas cuando acabe la escala
y entre en la paz del silencio
estrenaré un
perfil nuevo
sin que me lo altere el tiempo.
Félix
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Un café y una copa de licor
Un café y una
copa de licor,
¿y si la vida
no fuera más que eso?
Los dioses del
Olimpo de un plumazo
desaparecerían;
los preceptos
morales
devendrían inservibles;
y las leyes
civiles no tendrían
razón de ser
tampoco.
Adiós ayatolás,
imanes, papas
monjes,
chamanes, budas y pastores;
adiós templos,
capillas y mezquitas;
cultos y rezos,
peregrinaciones;
adiós pecado,
culpa, penitencia,
castigo,
infierno, cielo y purgatorio,
Bíblia, Corán,
Talmuz,…
No quiero ni
pensarlo; que a pesar
de decirme bien
poco la razón,
o por ello, no
tengo más remedio
que agarrarme a
la fe cual palo ardiendo,
tomando a
cucharadas poco a poco
sus artículos
todos y virtudes,
con los ojos cerrados.
Félix
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Celos
Se ha disfrazado la luna
con bata de cola larga
y tachonando va el cielo
de estrellas claveteadas.
A ritmo de taconeo
los astros le baten palmas
y con olés muy redondos
los luceros le acompañan.
Abajo en el campamento,
en la arena de la playa
chisporrotea una hoguera
y se templa una guitarra.
Un gitano alto y moreno
pone a punto su garganta
para cantar en fandangos
el amor a su gitana.
Martirizada de celos
la luna se asoma al agua
y meciéndose en las olas
se va lavando la cara
y peinando en el espejo
su melena plateada
por si el gitano se digna
dirigirle una mirada.
Celos del gitano tiene
esta mi luna del alma
porque prefiere a Estrellita,
su dulce y bella gitana.
Y yo de pena me muero
y los celos me desgarran:
mi lunita caprichosa
en pos del embrujo anda,
y se olvida del poeta
de sus versos y palabras,
loquita por las fandangos
del gitano y su guitarra.
Con pasión abraza Estrella
al gitano enamorada
mientras mirando a lo alto
grita a la luna enojada:
“deberías ser más fiel
que tu poeta te aguarda.
A este gitano moreno
sólo yo le bato palmas,
sólo yo templo sus cuerdas
yo sólo le bebo el alma,
si vas tirando los tejos
estás mejor eclipsada”.
Félix
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