Lleva tu nombre
mi pensamiento
que mece el aire
plácido y lento.
Vuelve mi nombre
tu pensamiento
que lento y suave
me trae el viento.
Félix
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Lleva tu nombre
mi pensamiento
que mece el aire
plácido y lento.
Vuelve mi nombre
tu pensamiento
que lento y suave
me trae el viento.
Félix
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La resaca
En la izquierda, una lata de auténtico
Beluga, mi caviar preferido; en la derecha, un Vega Sicilia Único 1874. La
noche iba a ser loca.
Me acerco a la cajera y observo con asombro
cómo se convierte en San Pedro, diciéndome no con la cabeza.
Me vuelvo y no hay adultos. Mil niños alados y desnudos, con los vientres hinchados y el pulgar acusador mirando al suelo, no paran de silbarme.
Félix
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Para desesperar, sala de espera
Para desesperar, sala de espera.
Sentado y aburrido, preocupado,
con impaciencia suma
y los ojos clavados en la puerta
de la aséptica estancia,
do la máquina cruel la martiriza.
Desespera la espera, se hace larga,
tortuosa y sufriente, mas aguanto,
pues sé que ella al salir, me obsequiará
con su mejor sonrisa y la esperanza
nos volverá a salvar.
Félix
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Fiat Lux
Cuando el poeta despertó el primer día del mundo, comprendió que la Palabra hizo la luz. Desde entonces lanza el verbo como un pequeño dios.
(Parafraseando a Monterroso)
Félix
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Pradera inmarcesible
Así que empecé a andar
por la verde pradera luminosa
de mi particular adolescencia,
un trébol me encontré, ¡feliz hallazgo!
–¿Pues qué –tú me dirás- no hay un millón?
–Sí –te contestaré- mas este trébol
tenía cuatro hojas, créeme.
-No existe –me dijiste-, no te creo.
No insistí, qué más da; los que lo niegan
son aquellos que tanto lo buscaron
y perdieron sus días sin hallarlo.
Yo os puedo asegurar que lo encontré:
es hermoso y lozano.
Después de tantos años, todavía
a su lado me encuentro ilusionado
con él, en la pradera luminosa,
como cuando por suerte lo encontré,
siendo dulce regalo
de Quien Todo Dispone.
Félix
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En verdad que son ángeles
Estando Eva embarazada de Caín, tuvo un antojo; se subió
al manzano, su árbol preferido y no sabía bajar.
Avisados los bomberos, llegaron en apresurado orden,
escalera en mano y la depositaron en tierra con mucho cuidado.
-¿Cómo puede ser?, ¿de dónde salen estos? –se preguntaba
Adán muy confundido, pero agradecido en el fondo de su corazón.
Félix
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Y etcétera y etcétera
Primavera, verano, otoño, invierno,
y etcétera y etcétera.
Mas, en la eternidad, ¿tendrá lugar
este ciclo perenne?
En el tiempo redondo que es aquella,
globular en relieve,
¿podré seguir su ritmo, su cadencia
si previamente yo no me aclimato?
Félix
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