dimecres, 24 d’abril del 2024

Encuentro con Faty

Con sombrero y bastón

un sueño me llevó poquito a poco

al limbo de los justos.

Con gran sorpresa mía me encontré

a mi querido gato.

Al verme, se tumbó

esperando caricias de mi mano,

que yo le prodigué.

-Estoy muy bien aquí, pero me faltan

los ratoncillos negros.

-No te apures –le dije-,

en el próximo sueño te traeré

varios calcetines ovillados.

Félix

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Presagio político – confidencial-

Conozco a un cirujano que se llama Rogelio.

Cuando se apareja el tedioso babero verde, parece una ranita de San Antonio.

María la enfermera de ojos achinados le recibe así: “buenos días, doctor”. Y le despide así: “Adiós, doctor”. Pero el doctor Rogelio, cirujano y especialista en trepanación…es pequeño.

Trepanar –el estómago me respinga- , no he visto trepanar. Mucho menos me atrevería a hacerlo: necesitaría ser doctor y no quiero serlo; tendría que aparejarme ese verde delantal y me es tedioso; además, para ser cirujano, especialista en trepanación, dicen que hay que ser pequeño y por ahí no paso.

¿Sabes qué pienso?

No me extrañaría nada que un día María, la enfermera de ojos achinados, trepanara la cabeza del doctor Rogelio: “buenos días doctor”. Después el berbiquí ese daría vueltas y más vueltas, multiplicadas por muchas más, hasta que la punta asomara por la boca del doctor. María entonces, abriría la suya para decir…”adiós, pequeñajo, el quirófano para mí”.

Félix

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dijous, 18 d’abril del 2024

Primavera feraz


De la alta montaña,

de su nevero eterno

baja el riachuelo siseando.

 

La pradera

aparece moteada

de impares margaritas

para que la muchacha adolescente

empiece por un ‘sí’.

 

El trigo ya verdea,

Míralo salpicado de ababoles

como incendios chiquitos

que el sol ha provocado.

 

Ya volvió la cigüeña,

y al balcón del poeta

la oscura golondrina,

 

El gorrión anida en el alero,

mientras que los vencejos

tejen en el azul su sinfonía.

 

Liba afanosa la abeja en el rosal,

mientras la lagartija toma el sol

rumiando evoluciones.

 

Las ranas de la charca,

jaraneras, croan por la noche,

mientas la luna

se mira complacida en el espejo.

Félix

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dimecres, 17 d’abril del 2024

Eran molinos

"Sufrí como si fuera yo quien se la iba a pegar. Era inevitable y se la pegó. Héroe y caballo por el suelo. Aquel Sancho, solícito y las aspas girando, girando… No eran gigantes, no."

En la voz de mi abuelo, por primera vez, volé a la fantasía.

Félix

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dijous, 11 d’abril del 2024

Nómada y primaveral

Una mañana indeterminada de cada primavera, el sonido de un cuerno distinto al de nuestro doméstico pastor, rasgaba el silencio, despertando al pueblo. Todos sabíamos que el cabrero Gaspar, itinerante y puntual, nos visitaba.

Venía Gaspar con su cabrada profusa y variopinta de chivas negras, blanquinegras, marrones…; chivas grávidas, a punto de parir, recién paridas…; chotillos juguetones de trompeta apuntada; cabrones perfumados de olores sicalípticos y cuernos retorcidos… Venía acompañado de dos anónimos perrillos viejos y fatigados, con los que conversaba y compartía confidencias.

Gaspar instalaba su tenderete en medio de la plaza. Alrededor, y en calles aledañas, dejaba que el rebaño se acomodara a su gusto, buscando afinidades. El pueblo en su totalidad era ocupado, siendo el porche de la iglesia  el aprisco más solicitado, al que con más devoción acudían las cabrillas.

Gaspar y su rebaño permanecían en el pueblo tres días. De mañana efectuaba el ordeño y las mujeres hacían cola para comprarle un jarro de leche. Con la sobrante confeccionaba de forma artesanal y misteriosa unos quesillos de fuerte aroma que vendía por unas monedas y que también tenían gran aceptación.

Puntual e itinerante, Gaspar levantaba su campamento con las primeras luces del tercer día. Las mujeres más madrugadoras se aprestaban a limpiar de cagarrutas sus portales, mientras a lo lejos se iban apagando las esquilas.

Félix

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divendres, 5 d’abril del 2024

Melancólica nostalgia 

 

Del árbol de la vida los recuerdos  

son hojas amarillas arrancadas  

por el viento de un tiempo que se fue.  

 

Quedan en el rincón de la memoria  

todas amontonadas, esperando  

la fría y recia lluvia del otoño  

que hacia el mar las empuje. 

 

Y me dejo que anide mientas tanto 

la nostalgia del verso y la palabra  

que alimentaba el alma y dibujaba 

sonrisas en mi rostro.

Félix

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Mañanitas de abril

En algún momento de la noche y por algún cajón de la conciencia, he guardado el repiqueteo de la lluvia en el tejado y en los cristales del balcón.

¡Qué frías, esta mañana, las baldosas de la alcoba, con los pies desnudos!

En la calle, anego los pulmones con el olor de la tierra mojada y la menta del huerto.

El último jirón de niebla despeina la “ceja”, pinos arriba.

En lo más alto, se recorta nítida la ermita de San Gil.

Sólo el tirabuzón blanco de un reactor ha rasgado el azul.

El pastor de las cabras hace mugir su cuerno ancestral y húmedo de mares.

Los caracoles dibujan en la hierba caminos plateados y el primer chotillo ya ramonea entre la flor del endrino, las uvillas del arlo y el cuco del enebro.

Humea una chimenea tempraneando olores de leña y pan. Mientras me acerco, los charcos quietos me multiplican.

Félix

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