La quijada, señor, ay la quijada

 

La quijada, Señor, ay la quijada,

la quijada de burro, si señor.

Estás hecho un caín, hermano lobo,

andas luciendo el diente fratricida

con sonrisa feroz y fanfarrona.

 

Te crees tú muy macho, hermano lobo,

blandiendo la quijada sin descanso,

a diestra y a siniestra lanzas golpes

dejando el campamento sin abeles,

sembrada la semilla de las guerras.

 

No te detienes para descansar,

ni para meditar tus fechorías;

golpeas y te escondes, vas errante

con la muerte en los dientes afilados

y en los ojos el odio.

 

Félix

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Espina

Desnortado, como brújula loca

mi corazón te busca.

Se enredó tu vestido

entre las zarzamoras,

pero no sabes nada de la espina

que se clava en la carne.

Félix

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Sin el Original

 

Antes de la serpiente,

desnudos él y ella sin vergüenza,

por el jardín frondoso.

 

Después de la culebra, el taparrabos,

y desde entonces todos

con el Original como tatuaje:

‘Pecado original’.

 

Mas, ahora parece que mutamos

los hombres y mujeres.

Nuevamente desnudos trajinamos

sin pizca de vergüenza.

 

Se nos borró el tatuaje.

Y nos vienen los hijos, ellos y ellas

sin el ‘Original’.

Visto lo que se ve,

¿vendrá el ángel de nuevo

a expulsarnos de nuestro paraíso?

Félix

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Funambulista

Invisible es el hilo y resistente

el que tendido tengo.

Va desde el que yo llamo, convencido,

mi castillo interior

hasta la punta misma de la torre,

la iglesia catedral.

Camino en equilibrio consumado,

-feliz funambulismo-

a pesar de no ser profesional.

 

Abajo, como hormigas, las personas

cargan con sus afanes,

van y vienen febriles, apurados

con su macuto a cuestas.

Las palomas persiguen a las grajas

por los tejados rojos.

 

Arriba, sobrevuela majestuosa

el águila real;

los buitres me vigilan por si acaso;

los inquietos vencejos

se entrecruzan jugando a ‘tú la llevas’;

negro se pone el cielo de estorninos

nube innumerable.

 

Cuando no me paseo sobre el cable,

se pone en primavera,

negro de golondrinas piadoras,

las oscuras de Bécquer.

Desde la almena más alta del castillo

las contemplo alejarse.

Justo los estorninos sin embargo,

acaban de llegar:

Hoy a la catedral será imposible,

el buen Dios me perdone.

Félix

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