¡Devolvédmelos ya!
(En la Pandemia)
¿Quién me robó a mis nietos: su presencia,
su físico contacto, su dulzura,
su sonrisa inocente?
¿Quién secuestró, sus besos, sus abrazos
sus ojos vivarachos, su candor,
sus gracias y ocurrencias?
¿Cuánto debo pagar por su rescate?
¿Quién es el responsable del delito?
Decidme: ¿a quién reclamo?
El abrazo virtual no sabe a nada;
ni el beso telemático.
¡Devolvédmelos ya, los necesito!
Félix
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De nuevo
El almendro en flor,
liban las abejas,
canta el ruiseñor;
entre el trigo verde,
luce un ababol;
cielo luminoso,
bella es la estación;
vuelan golondrinas,
nació tibio el sol;
perfumado el aire
invita al amor.
Tus mejillas, niña,
tiñen de rubor,
se ilumina el alma,
late el corazón.
Félix
A través del tupido ciprés
A través
del tupido ciprés
se abre una ventana
por la cual comunica otra vez
alma-cielo alma-alma.
Mi pregunta de nuevo, ¿cuál es?
Si llegué de la nada,
¿a la nada otra vez volveré?
No hay respuesta que valga.
Y renuncio sin más a saber
qué sorpresa me aguarda,
cundo vaya detrás del ciprés
del que miro por una ventana.
Félix
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Tras la cortina negra
Con los ojos cerrados,
tras la cortina negra.
Un calderón eterno de silencio,
la noche, oscuridad,
niebla perenne,
tal vez dulces sonidos,
tal vez luz.
¿Y todo lo anterior?
¿Qué fue mi vida?
Espera en la antesala, un
paso previo;
un sueño, una ilusión, un
viento, nada:
el peso de una piedra su
valor;
o el de una mariposa.
Siendo muy generoso,
el de un gorrión, de un
gato, de un cordero;
y si acaso de peso se
tratara,
el de un rinoceronte o
avestruz.
Si quieres, lo que fue del
dinosaurio,
pero no me consuela en
absoluto.
Quiero pensar que todo será
nuevo,
alegría y encuentro, paz y
música;
una geografía sin
fronteras.
Fraternidad, concordia y
mucho amor
tras la cortina negra
y abiertos bien los ojos.
Félix
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