Océano

Ondulante la masa. Toda entera y a una,
la superficie escribe convulsiones internas,
desgarros dolorosos menos para el pez libre
que nada versos,
sordo
al piar de los pájaros
que pronuncian su estrofa paralela y efímera
en los mares etéreos, celestes...

Con su faz cristalina,
el crepúsculo breve parpadea
sorbos anaranjados y amarillos,
mientras las olas juegan travesuras coquetas,
entibiadas,
de nacer y morir,
de nacer y morir,
de nacer y morir...

Y se viene la noche con su coro de lunas
para rielar la piel
y en su balsa de plata, mecer las soledades,
confidencias y sueños,
en la red barredera del amador besado
y el poeta romántico.

Félix

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Secretillos

Emulando al geranio, el perejil

espigose primero en su perfil

y luce flores blancas a su lado.

El clavel guiña su ojo colorado.

La margarita sabe del trajín,

comprueba que la rosa le ha mirado

y  guarda los secretos del jardín.

Félix

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Paradoja II

Después de mirarse en sus ojos y dejarse

provocar por sus labios,

descendió por su cuello marfileño.

Llegó al valle

de sus senos y se dejó embriagar.

Bajó hasta su vientre y en el huequecillo se acunó.

Descolgado en su gruta, se sintió

espeleólogo dichoso.

Allí,

en las profundidades,

vivió otra vez,

la experiencia gozosa de conquistar la cumbre.

Félix

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Con el dedo en la yema

Contacto sutil,

íntimo en la yema con el dedo en la yema

cual cala lluvia fina.

En el cántaro el aire, sin empollar el huevo.

Mi suspiro

en el cuenco del pecho lacerado.

Ordéñame una gota

de amor en cada llaga que tengo en carne viva

y un sombrero de fieltro adorne mi cabeza.

Me traspasa el amor con delirio de fiebres.

Al filo de su espada

me divido,

el deseo arde en llamas

y los ratones huyen por el bosque incendiado.

Cauteriza en el fuego

las heridas sangrantes, con la marca rusiente,

con el hierro que sella eternidades

indultando a los ángeles.

Y si tu yema toca,

cual cala lluvia fina, en la yema del alma,

tendré

tu alma en la yema

en místico contacto, sin sexo irreverente,

Félix

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Detrás de los cristales

Hoy andan muy inquietas las palomas

en vuelos revoltosos volanderos;

cortan sus hilos tres urracas locas

y un milano ladino las persigue;

un viejo cuervo observa mientras tanto,

muy serio y circunspecto,

formulando en silencio silogismos

desde el tejado más alto de la torre.

Ha empezado a llover

y brotan los paraguas

en feliz eclosión multicolor.

De acera a acera cruzan los humanos

al trote y cabizbajos, mientras ruedan

por las calles mojadas

sus respectivos mundos interiores

en busca de cobijo esta mañana.

Félix

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