Reencarnación
En mi vida anterior fui un árbol de hoja caduca, humilde chopo. Pero gocé
como un loco cada primavera, cuando mis ramas reverdecían y se llenaban de
pájaros variopintos en requiebros amorosos.
No fue un forzudo leñador quien me taló, (aquí el mito también se cae por
tierra): fue un enclenque jovenzuelo, provisto de esa horrible máquina dentada
que llaman moto-sierro. Me ahorraré el sufrimiento -y a vosotros también- de contar cómo me hicieron
pulpa.
Ahora, en esta nueva vida, podría decir que también soy feliz: Convertido
en papel, soy un cuaderno, caído por suerte en manos de un niño de cinco años. Me
raya y colorea. Dibuja casitas con ventana y humo en la chimenea, soles y
nubes, “mi papá”, “mi mamá” y margaritas. Y dibuja también un árbol con muchos
pajarillos. Y en él me reconozco: resulta que el niño me homenajea sin saberlo.
Y claro, esto, aunque me trae nostalgias, me emociona.
Félix
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