A sorbos
La banda de esqueletos calcinados
inicia su nocturna serenata
tocando la guitarra.
Granizada de sílabas
rebota en el pandero de la lengua,
y apaga el fuego fatuo.
Me aturden los versículos
del grillo que se instala osadamente
en mi oreja derecha.
Rebuzno asnal resuena,
comiendo margaritas y amapolas
perdió la flauta el burro.
Desde su camerino,
calienta la cigarra su garganta
para el último réquiem.
Una hilera de hormigas
me arrastra el pantalón
dejándome azul la desnudez.
En la plaza del pueblo,
la muchacha silvestre
baila bajo la lluvia polkas tristes,
Con la mirada limpia y compasiva
de su ojo redondo
la contemplan los cíclopes piadosos.
Como gatos golosos,
un coro de arcángeles se esconde,
tras los verdes rosales.
Con sus cuernos de leche azucarada,
me empitona la luna
en sus cuarto menguante.
Félix
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