Canicas
Por el agujero
del ‘gua’
descendí
y llegue al subsuelo.
Como última
gota de aceite
descolgada del
embudo,
caí
en medio de una
plaza circular
con soportales.
Todas las puertas
eran negras
y, sentado en
cada una de ellas,
un gato me miraba.
Temí
que de cada casa
saliese un acreedor
airado
señalándome con
el dedo.
Me apresuré a ascender
por el acuoso
conducto de la
conciencia.
Afloré
en la superficie,
y entonces me
di cuenta...
de que era una
canica
lanzada
por un Zeus-niño
que jugaba con
colegas ilustres,
en el patio del
Olimpo,
en su tiempo de recreo.
Félix
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