Microcirugía paternal
-¡Enhorabuena, Esteban! Ha sido niño, todo salió bien.
Aquí tienes a tu hijo –dijo la enfermera entrando en mi habitación y
depositando con cuidado un niño rosadito sobre mi pecho.
-¿Qué dices? ¿Mi hijo? Yo soy un varón y estoy esperando a
la doctora que me ha operado del nervio cubital –dije yo.
-¡Claro! Ha nacido de tu codo y es tu hijo – insistió la
enfermera con el tono rutinario de anunciar acontecimientos naturales y
repetitivos…
-¡Pero…! –intenté protestar.
¿Cómo que pero? – me interrumpió - Es tu hijo, míralo, de
la nariz para arriba es tu vivo retrato. Ahí te lo dejo. ¡Tú sabrás qué haces!
Lo miré atentamente y me reconocí en él. Es rubito, ha pesado tres quilos cuatrocientos y de nombre le llamaré también Esteban.
Félix
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