La cola del cielo
Era tan bueno que a los ciento siete años murió de
bondad.
Era tan bueno que ya llevaba otros ciento siete años haciendo
cola en las puertas del paraíso, porque como no protestaba, todos los pillos y
tramposos se le colaban.
Aquel hombre era tan bueno que sólo se le ocurrió dejar
en la recepción del paraíso celestial, una solicitud “a quien corresponda”,
firmada y sellada, pidiendo que se instalase en sitio bien visible, un
dispositivo para que todos los clientes recogieran su número de turno, según
fueran llegando.
Félix
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