Comunión matutina
De improviso, me ha alcanzado eta mañana un aluvión de alegrías, como
manada de corzos saltarines: el beso madrugador de mi esposa; la voz, que no el
guasap, de mis hijos al teléfono; la roja eclosión de la dalia en el jardín al
tiempo que el amarillo girasol inicia el giro; el tímido primer rayo de sol
tras la nubecilla que se aleja; el celo de la pájara en el alero, con su pico
cargado, tratando de calmar la sonora desazón
de su pequeños; la paz redonda de la mañana azul; el caminar de esa
pareja de amantes maduros, cogidos de la mano y poseyendo el mundo…
Cierro los ojos, y entro en la armonía cósmica con el pie derecho. Al
caer en la cuenta, la respiro consciente y honda. Un minuto en silencio y me
dispongo a asearme para no desentonar.
Félix
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