Llegando a la estación de destino
Vengo de
un lugar remoto, al que luego he retornado muchas veces y al que amo, Fue mi
principio, Entonces apenas si recuerdo
un jersecillo azul, una carita rosada, una cabecilla con una raya en medio y un
agradable olor a colonia. ‘Dale un beso, es tu hermanico’: recuerdo su voz,
pero la cara de mi madre se me desfigura, tenía yo tres años.
He pasado
después por muchos lugares y todos me parecieron bellos, De todos ellos cogí
cosas y en todos ellos dejé otras. Las que cogí, excepto aquellas que
posibilitan la vida, y que son de orden material, fueron de orden espiritual
principalmente, y puedo decir que conseguí un buen bagaje, aunque pudo ser
mayor: por pereza quizá me conformé con lo que llevo. Las que dejé fueron de
orden corporal la mayoría: años, fuerzas, juventud…; otras espirituales también
se me escaparon: ilusiones sobre todo, pues no supe superar los desengaños.
Próxima ya
mi estación de destino, llego tranquilo y agradecido. Con escasos macutos y
pertrechos, pero demasiados para lo que en realidad necesité. Este fue mi
pecado mayor: siempre tuve más bienes de los que precisaba, siendo bien
consciente de que había millones de personas que nada tenían.
Vengo
cargado de trabajos, esfuerzos, proyectos cumplidos, y algunos sufrimientos
dolores y preocupaciones. Pero también traigo en la mochila como mayor tesoro
todo el amor dado y recibido, todos los apoyos mutuos, ayudas y alegrías que
tuve la suerte de compartir…
No tengo
prisa por llegar, pero sé que no falta mucho. No sé qué encontraré y esto me
inquieta, Espero que será algo bueno y que entenderé entonces la razón de mi
peregrinaje.
Félix
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