Con sombrero
y bastón
un sueño me
llevó poquito a poco
al limbo de
los justos.
Con gran
sorpresa mía me encontré
a mi
querido gato.
Al verme,
se tumbó
esperando caricias
de mi mano,
que yo le
prodigué.
-Estoy muy bien
aquí, pero me faltan
los ratoncillos
negros.
-No te
apures –le dije-,
en el próximo
sueño te traeré
varios calcetines
ovillados.
Félix
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