Enemistados II
Pasaba yo tan grácil, como cada mañana,
a gestionar mis ocios, cuando le vi. Estaba el Tiempo en su esquina, en su silla
de anea sentadito, y una honda compasión sentí por él: lo vi tan deprimido, pobre mío, viéndome pasar…
-Ven conmigo –le dije-, daremos un
paseo, la mañana es radiante.
¿No ves que ya no puedo? –gritó muy enojado-
¡Sigue pasando tú!
Le perdono, está tan viejecito…
Félix
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