Piando se quedó, mirando al suelo
Aquel poetastro volaba tan alto que se dormía en los
aires como los vencejos. Era un loco Narciso, Ícaro impenitente buscando al astro
rey. Le gustaba epatar escupiendo palabras. Cada mañana su esposa se asomaba a
la ventana y agitaba un pañuelo rojo para hacerle saber que no había vuelto a
casa desde el último nido y que ya era hora.
Aquel poetastro pensó por fin que su esposa tenía razón,
descendió con temor de que le marearan las “bajuras” y le hizo el amor con la
urgencia y necesidad de volver a las alturas.
Pero aquel poetastro tenía las alas tan largas que, como le sucede a los vencejos, una vez posado en el suelo, ya no pudo remontar.
Félix
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