La más bella
familia de Noé, ‘Los Noemitas’,
los que sobrevivieron de las aguas.
De aquellos descendemos. Yo en concreto
de aquel que vino a Iberia,
a la llamada España en nuestros días,
la Hispania en los tiempos de romanos
o ‘tierra de conejos’ -¡ya te digo!-,
mentada para otros ‘Piel de toro’.
Hasta aquí llegó aquel
que huyendo de Babel cuando las lenguas
de aquellos constructores tan ingenuos
tuvo a bien el buen Dios en confundirlas.
¿Pues no estaban haciendo los pardillos
una torre tan alta, tan segura
que hasta el cielo llegara nada menos
por si un diluvio muevo?
Como iba diciendo,
de aquel que aquí llegó despavorido
por suerte yo desciendo muy contento:
mi ancestro era un poeta
sensible a la belleza, a la armonía,
a la cadencia, al ritmo,
a la palabra exacta y eficaz,
para la convivencia al verbo noble
y a un lenguaje dulce en el amor.
Era un desconocido
este poeta errante, pero yo
le estaré eternamente agradecido:
de aquella confusión,
entre todas las lenguas escogió
indiscutiblemente la más bella,
la que hablamos tú y yo.
Félix
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