Etsi validi simus, octoginta
Una luz cegadora, el primer llanto,
el miedo incontrolado y el temblor,
el pañal y el pecho de la madre
el talco, la colonia y el jabón.
Vino después la risa, el primer diente
la sílaba primera y la canción,
las vocales son cinco, y con la eme
me mima mi mamá, qué feliz soy,
unidades, decenas y centenas,
pregúntame, maestro, la lección.
Gramática, fonética, sintaxis,
Horacio, Virgilio y Cicerón;
de Píndaro y Homero hasta Cervantes;
aprender a meter en el cajón
de la rima y el ritmo el sentimiento
que provoca espontáneo el corazón.
La niña con coleta, el cigarrillo,
el vello sobre el labio superior;
el twist, el pasodoble y agarrados;
el bar con los amigos, el balón;
días de vino y rosas, Margarita
y la media naranja apareció.
El examen y el libro, incertidumbre;
el paso del alumno al profesor.
Tesón esfuerzo, lucha, contratiempos,
disfrute en el trabajo, vocación.
El regalo de un hijo y una hija,
la ausencia de unos padres y el dolor;
Sustos y enfermedades llantos, risas,
purificado siempre en el crisol
del amor de mi dulce compañera
que ha sido de mi vida la razón.
Parece que fue ayer y sin embargo,
muchos años pasaron hasta hoy;
en luz crepuscular de anochecida
ya vislumbro a lo lejos la estación.
Todo fue un vuelo breve de un vilano,
un parpadeo, acaso ensoñación;
de una hoja inocente sutil viaje;
un aquí, un ahora y se acabó.
Etsi validi simus octoginta
dijo el sabio y no se equivocó.
Félix
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