Romance de la luna y la estrella vieja
Viene la luna tosiendo,
la nariz congestionada,
unas décimas de fiebre
y ronquera en la garganta.
Se ha tomado una aspirina,
no quiere meterse en cama
ni que la vea el galeno
porque no le dé de baja.
Unas estrellas fugaces
que son amigas del alma,
le vienen acompañando
y diciéndole en voz baja
que descanse por un día
y se lo tome con calma,
que por un día que falte
seguro no pasa nada.
Luceros adolescentes
al llegar la madrugada,
insisten en que se vuelva,
que tiene muy mala cara.
-Callaos ya de una vez,
me tenéis muy enfadada,
ni un sola vez fallé
en mi tarea diaria.
No pretenderéis ahora
que por estar constipada
deje mis obligaciones
como una niña mimada.
No seáis impertinentes,
dejad de darme la lata-
Así les habló la luna
con una voz destemplada.
Mas, las estrellas más viejas
a quien se para a escucharlas
van diciendo que a la luna
lo que de verdad le pasa,
aunque ella lo disimule,
es que anda enamorada,
pues se le nota en los ojos
las pupilas dilatadas,
un fulgor extraordinario
y una mirada muy lánguida.
¿Y de quién anda la luna
-pregunta una estrella enana
que está al lado de una errante
y junto a dos apagadas-
tan desmayada en amores?
-¿De verdad no sabéis nada?-
contesta una estrella vieja
que anda un tanto desdentada-
pues no se habla de otra cosa
en tertulias planetarias
y en los múltiples corrillos
por las esquinas del alba.
Es noticia bien sabida
que es su poeta del alma
la causa de sus desvelos
y que a su cita no falla
aunque un eclipse se empeñe
en jugarle una pasada.
No busquéis otras razones
pues la verdadera causa
de sus fiebres y jaquecas
y su voz tan apagada
ese es que dicen poeta,
más bien un juntapalabras,
Pues aunque todas las noches
le dice mil cursiladas
y le rima los amores
con palabras rebuscadas
y ella, perdido el sentido
le escucha muy embobada
cómo le lanza sus versos,
para mí no vale nada:
es un poeta muy cursi
a quien no sobra la gracia.
Podréis pensar que es por celos
pero estáis equivocadas.
Me han rondado mil poetas
de los que hay en las galaxias
y jamás hice el ridículo
de caer enamorada.
Ajena a las malas lenguas,
la luna sigue su marcha,
en su corazón anida
sólo la dulce esperanza
de renovar sus amores
como cada madrugada,
reproduciendo el milagro
de la pasión y la magia,
mientras exista un poeta
que haga el amor con palabras.
Félix
Imagen:https://www.google.com/
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