No
había tormentas sobre su cabeza,
sin
embargo,
abrió
el paraguas más grande de la historia,
abrió
la noche.
¿Fue
la mujer?
Sería
sombrilla coquetuela,
no
importa:
abrió
la noche.
Uno
y otro
sugirieron
la idea de la lluvia
del
rayo y de los truenos.
Desde
entonces, cada hombre
abre
su paraguas. ¡Qué gracioso!
Y
cada mujer.
Desde
entonces
Las
tormentas de verano nos acosan
y
las nieves de todos los inviernos.
Y,
mientras abrimos los paraguas,
impertérritos
jarrean los tinteros.
Félix
Muchos y muy variados poemas tanto en temas como en métrica. El de la parra más "romántico" me gusta más, el de contar que sigue me gusta menos porque a mi los números no me van.
ResponEliminaTe felicito por todo ello.