Bautismo
La mosca que picaba, naufragó en el tintero,
le echó una mano el cuervo, y al salir,
trazó rastros negruzcos
sobre la superficie del pupitre
de aquel niño cruel.
Todos los arquitectos tomaron nota.
El cuervo que graznaba
se puso la escafandra , descendió
hasta el fondo en la alberca de leche condensada
y allí se la quitó por un momento:
quería blanquearse.
Cuentan que cien pilluelos también tomaron nota
y el niño se rió.
Aquel niño cruel le arrancó un ala
a la abeja afanosa.
Y la abeja enterró
su aguijón en la anciana hilandera.
Se confesó ante el Nuncio, pero ya era muy tarde.
Es el Nuncio Apostólico,
quien lava los pecados desde entonces
con agua de neveros.
Félix
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