Ovillo desovillado
Con mimo y con cuidado he ovillado
el hilo de mi vida, y el ovillo
lo guardo en el cajón de mi mesilla.
Con sombrero, paraguas y bastón
con los ojos abiertos lo vigilo.
Pero ayer sucedió que me dormí
y el gatazo negro abrió el cajón.
Jugando creo yo, que no por odio,
del ratón de mi vida, de su punta,
tiró, tiró y tiró por el pasillo.
Esquivó al perro fiel
a la muchacha rubia,
a la endecha afligida,
al cura abotonado desde arriba a los pies,
al cirujano enjuto
con guantes, mascarilla y gorro azul.
Llegó hasta la cocina
y el bebé que gatea por el suelo,
distrayendo al gatazo,
se anudó al ombliguillo con destreza
el hilo de mi vida. Su mamá
picaba una cebolla y a los dos
les lloraban los ojos.
Tras la ventana angosta un monaguillo
ofrecía en la calle un estriptís:
se quitó el sayo rojo y el roquete,
montó en su apagavelas
y campanilla en mano,
se marchó calle abajo galopando.
Félix
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