LA FRONTERA (I)
Era ya un poco tarde y
estaba algo cansado,
de no hacer nada, vale,
lo reconoceré,
mas no he de pregonarlo y a voz en grito
menos.
Como te iba diciendo, era ya un poco tarde
y me metí en la cama como todas las noches,
del izquierdo primero y luego del derecho,
de ambos lados me puse antes de la
frontera.
A partir de ese instante salí del tragaluz
o entré en el tragasombra, la duda se me
enrosca
concha de caracol guardando su pie dentro.
De dos asoma un cuerno y el otro está en la
noche
con engrudo pegado a la testuz de un toro
negro, bragado un tanto y con mirada
obscena,
se va bebiendo estrellas y al beberse la
luna
se me apaga la luz. Tanto miedo me entra
que me muero al momento mas me digo
enseguida:
¡Bah, qué risa, es soñando! ¡Menos mal, uf,
qué susto!
En tirantes de niebla me sujeto el mañana
como un pantalón corto por no quedarme en
cueros
y me lavo y me afeito. Jajá, creí morirme,
bueno,
no era tan malo, pero mejor así,
qué cosas tiene el sueño, después podré
contarlo,
se morirán de risa…mujer, es un decir.
Me sueño en el lavabo porque sigo soñando
¿comprendes la jugada? No, no, tampoco yo,
que yo no voy de listo y en esto mucho
menos,
que un respeto muy grande me impone el otro
lado,
pero yo te lo cuento: allá sigo tumbado,
cortando enredaderas con machete embotado,
abriéndome y
no puedo camino en esta selva.
¡Ay,
qué daría yo por mi planta en el suelo!
Y ya no sé qué más, se me ha borrado todo,
una madeja espesa para venir de allí,
no sé cuándo ni cómo cruzamos la frontera
el que estaba en la cama y el que se
trasponía…
Lo más chusco de todo: ahora que son las
ocho
marcadas con dos tibias en el reloj del
mármol,
no es la noche ni es día, ni llega a mis
narices
el olor a café ni a rico pan tostado…
¿Te lo cuento otra vez? Tampoco yo lo
entiendo.
Félix
Félix
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