Acostumbro a
dormir en equilibrio
tendido sobre
el ala de un sombrero
soñando que
soy hijo del Quijote
Acostumbro a
pisar charcos lunares
espantando a
las ranas del nenúfar
y a comer las
ciruelas agridulces
y espumar de
los besos las burbujas.
Acostumbro en
los sueños a morirme
inseguro de ver el tercer día.
“¡Levántate!”,
me dice mi maestra,
como el
Maestro a Lázaro decía.
Acostumbro a
mirarte a ojazo limpio
y ver cómo se
ensanchan tus pupilas,
tiro entonces
rodando la palabra
que limpia y
cauteriza las heridas.
Acostumbro vivir bajo las parras
al olor del
tomillo y el romero,
espero que
algún día al fin entienda
la almendra y
el busilis del misterio.
Mientras tanto
acostumbro a reinar poco
y a bailar en
el vals que baila el mundo,
acostumbro a
nombrar al pan y al vino
y a dárosla
con queso no acostumbro.
Félix
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