Romance del buen ladrón
A los lados de la cruz
donde Cristo
agonizaba,
dos ladrones
condenados,
del palo también
colgaban.
A su derecha tenía
al que Dimas se
llamaba,
que un apócrifo
evangelio
sus fechorías relata:
Galileo era de origen
y tenía una posada
donde obsequiaba a los
pobres
lo que a los ricos
robaba;
en Jerusalén robó
las leyes
encuadernadas
en libros, que los
judíos
tenían como sagradas;
y en cierta ocasión
dejó
totalmente despojada
de adornos y de vestidos
a una doncella afamada
por ser la sacerdotisa
del templo y la hija
amada
de Caifás, el
sacerdote
aquel que a Jesús
juzgara
al alimón con Anás,
y a la cruz lo
condenara.
Que el tal Dimas era
pío
la historia también
nos narra:
nunca mató a ningún
hombre
ni hirió a nadie con
su espada;
siendo de buen
corazón,
a los muertos
sepultaba.
En la infancia de
Jesús
otro apócrifo nos
narra
que José y su familia
se vio una vez atacada
por bandidos
salteadores
con los que Dimas
estaba,
que se interpuso al
momento
enfrentándose a su
banda
con valentía y coraje,
sin temor a
represalias,
protegiendo del
peligro
a la Familia Sagrada.
María bendijo a Dimas
y Jesús profetizaba
que treinta años
después,
cuando él mismo
agonizara,
el llamado Buen Ladrón
pediría de palabra
que se acordara de él
cuando a su reino
llegara,
y que entonces le
diría:
“Hoy tendrás una
morada
a mi derecha en el
cielo”,
según la Escritura
narra.
Félix
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